Alberto Arroyo Picard Investigador de la UAM-I; miembro de la coordinación colectiva de la Red
Mexicana de Acción frente al Libre Comercio (RMALC) y de la Alianza Social
Continental (ASC)
1.- El proyecto estratégico detrás de
los Tratados de Libre Comercio (TLCs). Con la desintegración del bloque
soviético, se acelera la etapa triunfalista de expansión cuantitativa y
cualitativa del capitalismo y avanza su forma más salvaje llamada
neoliberalismo. Para 1982, se logra imponer el neoliberalismo como pensamiento
casi único y, con excepción de Cuba, es adoptado por todos los gobiernos del
continente americano. Sin embargo, el primer círculo del poder de Estados
Unidos, siempre previsor, se pregunta si este tan conveniente modelo podrá
sobrevivir en caso de que hubiera cambios de signo político en los gobiernos de América Latina. El temor crece con
las elecciones en 1988 en México: Carlos Salinas tiene que recurrir al fraude
frente a Cuauhtémoc Cárdenas, quien había roto con el PRI por considerar que la
nueva ideología dominante en dicho partido no ero lo adecuado para México. Sus
análisis eran correctos pues años después empiezan a ganar gobiernos
progresistas o de izquierda en Sur América. El factor común de estos gobiernos
era cuestionar el Consenso de Washington y buscar un camino distinto y propio.
Ello lleva a Estados Unidos a plantear la idea de los TLCs, que no son otra
cosa que convertir en ley supranacional obligatoria, y con mecanismos efectivos
para hacerla cumplir, la ideología neoliberal. Ello es expresado magistralmente
por el primer director de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Renato
Ruggiero:“Éstos son el esfuerzo de crear una constitución internacional de los
derechos del capital”. Es decir, con los TLCs la orientación de la economía ya
no dependería de los gobiernos o del pueblo, sino que se impondría por una
legislación supranacional.La idea de negociar un tratado para
crear una zona de libre comercio entre México y Estados Unidos surge el 11 de junio de 1990 en una
Cumbre presidencial entre Carlos Salinas y George W. Bush. Se inician
negociaciones formales el 5 de febrero de 1991 a las que se incorpora Canadá.
Para imponer el neoliberalismo se fueron engarzando diversos elementos.
Primero, un consenso generalizado llamado el Consenso de Washington, que se
complementa con la coerción económica, vía el Fondo Monetario Internacional (FMI). Para finales
de los 80’s lo anterior no era ya suficiente. El sureste asiático no tiene
grandes deudas y con ello está fuera de la mira del FMI, sigue con éxito su
propio camino. El neoliberalismo no da los frutos prometidos y eso va
debilitando el Consenso, Hay que implementar una tercera pieza en el mecanismo
de garantía de reproducción del neoliberalismo: una legislación supranacional
obligatoria, y los TLCs.
La oposición social no se hizo esperar. Desde 1982 hay grandes
movimientos frente al yugo de ladeuda externa y los ajustes estructurales neoliberales. En 1991 nace la Red Mexicana
de Acción frente al Libre Comercio (RMALC) y pronto se conforma la Red
Trinacional de América del Norte. En 1995 se conforma la Red Global Nuestro Mundo no está en Venta frente a la OMC. En 1997 se inicia la
construcción de la Alianza Social Continental que logra derrotar el proyecto de
Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y frena el avance de TLCs
bilaterales o regionales tanto con Estados Unidos como con Europa. En 2001 nace
el Foro Social Mundial. En 2007 se forma la Red birregional Europa-América
Latina Enlazando Alternativas.
Por supuesto, a pesar de algunos triunfos del movimiento social global,
el poder globalizado no deja de impulsar este modelo económico e implementa
diversas estrategias para frenar los cambios progresistas y dividir nuestro
continente. Ahora busca consolidar la zona de hegemonía neoliberal en con la
Alianza del Pacífico y con el Tratado Transpacífico y un TLC entre Estados
Unidos y Europa.
En México hoy se quiere dar un gran salto con las reformas
constitucionales que impulsa Peña Nieto, especialmente la energética. Si se
cambia la Constitución, el petróleo y la electricidad, que habían sino
excluidos de los compromisos del TLC de América del Norte (TLCAN), serían
sometidos a dichas obligaciones. Los inversionistas extranjeros en el sector
tendrían que ser tratados igual que los nacionales, las empresas públicas
energéticas licitarían como cualquier otro inversionista por los contratos y
podrían perderlos, los contratos estarían sujetos al mecanismo internacional de
solución de controversias que incluye la llamada expropiación indirecta
(consideran expropiatoria cualquier medida gubernamental que disminuya su
ganancia esperada). Más aún, podríamos ser demandados si en el futuro se
tratara de revertir este cambio constitucional. Hoy la resistencia unida frente
a este modelo es más necesaria que nunca.
2.- El proceso de negociación y
aprobación del TLCAN. El proceso de negociación fue secreto y cerrado
para la sociedad, excepto para los grandes empresarios y algunos ficticios
representantes de movimientos sociales miembros de la Confederación de
Trabajadores de México (CTM) y de la Confederación Nacional Campesina (CNC). La
presión social logró abrir mesas de información, pero en ellas se nos daba
información sesgada e incluso falsa, como se pudo comprobar cuando, gracias al
trabajo de las redes sociales de los tres países, se logró filtrar uno de los
últimos borradores de la negociación.
De parte del equipo de negociación mexicano, se negoció sin tener un
proyecto estratégico de país. Ello fue explícitamente reconocido por Herminio
Blanco, jefe negociador, cuando a pregunta expresa de RMALC de “¿cuál era el
proyecto de país que se tenía en mente al sentarse a la mesa de negociación?”
contestó: “Proyecto de país, ¿para qué? El mejor proyecto de país es no tener
proyecto de país y dejar que el mercado modele al México posible”.Ello muestra
claramente lo que es el libre comercio y su forma legal, que es el TLC. Se
trata de dejar la dinámica de la economía, y en el fondo, de la sociedad y de
nuestra vida y futuro, a las solas fuerzas del mercado, es decir a la ley del
más fuerte. Los TLCs son mucho más que apertura de fronteras y quitar aranceles
para promover el intercambio internacional de mercancías. Incluye muchos otros
capítulos que limitan o, mejor dicho, casi anulan, la capacidad de los Estados
de regular la economía, de promover o impulsar un proyecto económico nacional y
garantizar los derechos sociales.
La negociación termina en 12 de agosto de 1992 y el 17 de diciembre del
mismo año lo firman los presidente Bush, Salinas, y el primer ministro de
Canadá, Brian Mulroney. La ratificación por el Senado Mexicano se da a
principios de 1993, pero de una forma totalmente irregular y anticonstitucional:
se aprueba un texto y entra en vigor otro. El texto que aprobó la Cámara alta
mexicana tiene en la primera página la leyenda que dice “Texto no oficial
sujeto a correcciones”. Dichas “correcciones” no fueron, como dijo el gobierno
mexicano, un asunto de mejorar las traducciones, sino que en el proceso de
ratificación del Senado estadounidense sufrió numerosos cambios. Además, según
el Artículo 133 de nuestra Constitución, no se puede ratificar un tratado que
no es coherente con dicha Constitución, elemento que no cumple el TLCAN. Todo
ello fue denunciado y demostrado, pero en México la verdadera ley es tener el
poder de hacerlo y en ese momento había sólo tres senadores no priistas y sólo
hubo dos votos en contra. El TLCAN entra en vigor el uno de enero de 1994
3.- Conclusión. El TLCAN es un
megaproyecto geopolítico estratégico que obliga a nuestras economías a dejarse
llevar por el llamado mercado que no es otra cosa que la ley del más fuerte.
El resto de este suplemento mostrará lo perjudicial que ha sido para los
campesinos, pero es importante tener en cuenta que ha sido malo para todo el
pueblo mexicano. Peor aún, ha sido un fracaso ya que no se consiguieron los
objetivos planteados por sus promotores. Veamos algunos datos duros:
-Se planteó un crecimiento acelerado y constante. Durante estos 20 años,
la tasa media de crecimiento del PIB por habitante fue de sólo 0.51 por ciento
anual, la más baja comparada con las diversas estrategias seguidas por México
desde el fin de la Revolución Mexicana. Es uno de los países que menos crece,
ocupa el número 25 de 33 países de América Latina de los que hay información
comparable.
-Se planteó que mejoraría la competitividad, y de haber sido el número
40 en la medición del Banco Mundial (BM), en 2011 baja a ser el número 66.
-Se prometieron más y mejores empleos pero la tasa de desempleo abierto
hoy es el doble de 1993, antes de que entrara en vigor. Además el trabajo se ha
precarizado. Basados en la canasta mínima alimentaria y no alimentaria del
Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), y considerando
una familia de cuatro miembros en los que dos tienen empleo, resulta que en
2004 al 46 por ciento de los trabajadores no les alcanza para adquirirla y esa
proporción en 2013 sube al 49 por ciento. Peor aún, en 2004 al 14.9 por ciento
no le alcanza ni siquiera para alimentarse y en 2013 ese porcentaje sube a
19.53.
Estos resultados son contundentes: hay que cambiar de rumbo. Pero quien nos
gobierna plantea profundizar y acelerar este camino al precipicio. Negocia
actualmente un nuevo y más profundo TLC y busca cambiar la Constitución para
someter nuestro petróleo a las obligaciones del TLCAN y “compartir” las
ganancias con las trasnacionales petroleras. Necesitamos rescatar nuestra
nación, el futuro depende de nosotros. Tomado de Periódico La Jornada
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